Urbanismo de salamanca en el siglo XIX

  1. García Catalán, Enrique
Dirigida por:
  1. María Nieves Rupérez Almajano Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Salamanca

Fecha de defensa: 29 de noviembre de 2013

Tribunal:
  1. Lena S. Iglesias Rouco Presidenta
  2. Eduardo Azofra Agustín Secretario/a
  3. David Senabre López Vocal
  4. María José Redondo Cantera Vocal
  5. Ricardo Anguita Cantero Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

[ES] Durante el siglo XIX las ciudades españolas experimentaron una transformación notable. El cambio del Antiguo al Nuevo Régimen tuvo una incidencia directa en la evolución del urbanismo. Salamanca, como capital de provincia, no fue ajena a esta realidad; sin embargo, su escaso desarrollo demográfico e industrial ralentizó los procesos de desarrollo urbano. El cambio de imagen de la ciudad comenzó con los efectos de la Guerra de la Independencia, que arruinó un número importante de edificios. Después, el ascenso al poder de los gobiernos liberales impulsó una avalancha de iniciativas encaminadas a dar a la ciudad un aspecto más acorde con el gusto y la mentalidad de la burguesía dominante. La desamortización de Mendizábal hizo que los edificios de las órdenes religiosas pudieran utilizarse para otros usos. En ellos encontraron acomodo la cárcel, algunos cuarteles militares, establecimientos industriales, hospitales o teatros. Otros tuvieron peor destino, utilizándose como canteras de piedra sin que la Comisión de Monumentos pudiera evitarlo. La desaparición de algunos de estos inmuebles, junto con determinadas parroquias, dio origen a plazas que mejoraron el tránsito, la imagen y la ventilación en algunas zonas céntricas. Siguiendo la legislación estatal, en 1858 Salamanca tuvo su primer plano geométrico, elaborado por el ingeniero Francisco Coello. A partir de 1860 los arquitectos municipales de Salamanca empezaron a trazar los planos de alineación. Desde entonces comenzaron a influir en el aspecto de las calles de la ciudad, que poco a poco fueron perdiendo las irregularidades propias del Antiguo Régimen. Además, ese cambio de imagen no solo afectó a la latitud y al trazado de la calles, también al alzado de los edificios. Las fachadas reconstruidas tenían que seguir la normativa contenida en el reglamento de ornato. Este documento, uno de los más importantes del urbanismo local en el siglo XIX, indicaba una distribución de vanos rigurosamente ordenada. Las calles San Pablo y Rúa son un buen reflejo de la influencia que estos procesos tuvieron en las calles de Salamanca; sin embargo, al finalizar el siglo todavía faltaban muchas calles sin alinear y algunos procesos quedaron sin concluir, como todavía puede apreciarse hoy. Además de las transformaciones en la red viaria, a lo largo del siglo mejoraron las infraestructuras. Para el abastecimiento de agua se optó por utilizar la máquina de vapor, que podía elevarla a la ciudad desde el río Tormes. Para mejorar el saneamiento se cubrieron las dos grandes esguevas que atravesaban el casco urbano de norte a sur. En cualquier caso, a pesar de los esfuerzos, los sistemas establecidos no fueron eficientes ni duraderos, por lo que hubo que solucionarlos en el siglo XX. Las mejoras también se dejaron notar en los servicios y las dotaciones, con la construcción de un mercado, cementerio, matadero y teatro. La red de comunicaciones mejoró sensiblemente durante la segunda mitad de siglo con la construcción de carreteras modernas. La llegada del ferrocarril en 1877 supuso la mejora más sensible en este aspecto.